A principios de mes, muy cerca de las aguas de las famosas cataratas del Niágara, apareció una gran mancha negra que amenazaba con mezclarse con la cascada de las aguas más admiradas de Norteamérica y Canadá. Aunque saltó la alarma, pensando que podía tratarse de una fuga de petróleo, se trataba de residuos de carbón utilizados para la limpieza del agua. Los residuos procedían de los filtros de las depuradoras cercanas, donde se derramó parte del carbón que sirve para eliminar los contaminantes de las aguas. Ahora, los responsables están investigando si se trata de un error humano o de una acción provocada.
Además, a consecuencia de todo esto, se produjo un pestilente olor en toda la zona, que provocó la huida del muchos turistas que visitaban este lugar.
Las autoridades salieron enseguida al paso para tranquilizar a los visitantes, informando de que el vertido contenía sólidos nocivos y restos de carbono, pero dentro de los límites permitidos. También aseguraron que no había presencia alguna de petróleo u otra clase de disolvente.
Lo ocurrido ha causado indignación, no sólo en los visitantes, sino también en las empresas dedicadas al turismo que vieron cómo sus expectativas de ocupación se esfumaban. Ahora los gobiernos locales se han adentrado en una lucha por abrir una investigación de lo sucedido.
Cuando ocurre un suceso como éste, es quizás cuando nos damos cuenta de la necesidad imperiosa de cuidar el medio ambiente. Si no somos cautos, todo ese infinito patrimonio natural que nos rodea se perderá, y ya quizás no haya posibilidades de recuperarlo.
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